domingo, 23 de febrero de 2014

La Gran Belleza

¿Nieva y están en Roma? Corran hacia el Panteón y hagan lo que hace cualquier romano informado: entren y miren al techo, al agujero de la cúpula. Los copos entran en el templo y quedan suspendidos girando en el aire. Sólo eso. Tal vez tengan ocasión de contemplar un espectáculo más sublime, pero dudo que sea en esta vida.
Enric González


Si aún no has visto la película de Paolo Sorrentino La gran Belleza hazlo un día de éstos. Uno de esos días en los que te sientas inspirado. Si además aún no has viajado a Roma, no podrás resistir el deseo de ponerte a buscar vuelos para escaparte pronto. Eso sí, a cambio de que te reciba la misma luz tostada de los atardeceres que se refleja en la peli y las noches traigan las mismas veladas en la terraza del protagonista, con vistas al Coliseo.


Yo viajé hace ya algunos años un verano con un gran amigo. Allí, Paolo y Bárbara nos enseñaban Roma cuando salían del trabajo al caer la tarde montados en sus motorinos, y ese recuerdo aún me asalta algunos de esos días en los que te sientes justo en el otro extremo opuesto de sensaciones, ya sabes; en la oficina hasta tarde o pegada a perfectos desconocidos por las mañanas en el metro.
Esos tórridos días de verano en Roma y esos atardeceres creo que no los olvidaré jamás.



En Madrid, voy haciendo una colección de algunos de esos momentos que tengo la impresión de que ya no se irán jamás, por memorables. Y a algunos de ellos les pongo un marco dorado alrededor y los coloco en rincones de mi mente escogidos con cuidado. Me acusan a veces mis amigos de Valencia de que sea tan fan de Madrid y haya renegado de mis raíces. Pero no es así, lo que ocurre es yo tengo amor de sobra para las dos ciudades.
Como casi todos, muchas veces fantaseo con la idea de dejar de ir a trabajar. Cada mañana dejaría pasar las horas debajo del edredón envuelta en el calor de la noche. Me levantaría tarde, desayunaría leyendo el periódico con el sol en lo alto, como en los anuncios, bajaría a comprar al mercado y luego caminaría por aquí y por allá. La inspiración no me pillaría trabajando, me pillaría bailando, en algún espectáculo o muy probablemente en algún bar.
En La gran belleza, el protagonista es un escritor y un bon vivant de sesenta y cinco años. Yo también conocí hace un año o así a otro escritor vividor. Señoras y señoritas, conocí al autor de Manual de un buen vividor. Al Guardián.

Y aunque sospecho que este blog sólo lo leen un puñado de amigas y, como mucho, el vecino del quinto, si se entera una gran parte de las féminas del país con edades comprendidas entre los veinte y los cincuenta probablemente me quieran matar en plena calle, rojas de envidia.

Como muchas de las historias molonas que te pasan, siempre las acabas valorando más cuando acaban o cuando nunca han ocurrido. Cuando cogen el sabor de la perspectiva y el retrogusto de la memoria que las adorna y las intensifica a nuestra conveniencia y antojo. Por si alguien aún no se han enterado Mr. Guardián es el autor de uno de los blogs más leídos de este país. Él escribe sobre música, películas, libros, viajes y cuenta historias de diversas mujeres. Y no sabes cómo, sus textos consiguen tocarte el corazón.

Ocurrió en Segovia. Allí estábamos, como otras veces, dispuestos a convivir con unos sesenta compañeros de nuestra organización. Cinco amigos y yo, listos para ejercer de profes de nuevo.
Esa mañana hacíamos prácticas por grupos de presentaciones eficaces y les pedimos a los asistentes que contaran algo mientras les grabábamos en vídeo. Cuando le tocó su turno, nos deleitó hablándonos de los gin tonics que sirven en Madrid. Hacía hincapié en que se nos había ido un poco el tema de las manos y a veces parecía que en vez de una copa, estabas bebiendo un florero o una pecera con especies tropicales.


Entonces, yo le di feedback sobre cómo había hecho la presentación; que si se había movido un poco, que si tienes que hacer más “mirada de faro”. Y entre tanto, digo yo, que él debía estar pensando en algo del estilo: ¿mirada de faro? dices mientras clavas en mi pupila tu pupila azul (Lo digo porque esta gente piensa siempre en términos poéticos). Eso sí, por cómo se expresaba, en algún momento pensé que ese chico debía de leer mucho.
-¿Por qué has elegido este tema? – le pregunté delante del resto de compañeros.
-Porque es de lo que hablo en mi último post y lo tenía fácil.- dijo él.
-¿Tienes un blog?- pregunté yo. ¿Cómo se llama?
-Manual de un buen vividor.
-Ah.
Y como yo a veces parece que soy la última que me entero de todo, pues en ese momento ni me sonaba, pero ese algo especial en su forma de transmitir, me llevó a consultar su blog y a descubrir al Guardián, a Holden Caulfield y a convertirme en otra seguidora incondicional del famoso blog.
En uno de los descansos del curso le dije: Oye, ¡la verdad es que escribes fenomenal! Y el pobre chico debió pensar que vamos, que con 19´3 K de followers en twitter y con ni se sabe, de visitas diarias, que algo ya debía haber sospechado.

Así transcurrió la semana plácidamente en Segovia. En los ratos libres, pasé el tiempo leyendo las antiguas entradas y aunque todas me gustaban, en algunas concretas encontré eso que es complicado expresar pero que nos conmueve profundamente. Eso que se nos agarra por dentro, que nos muerde como un pit bull en el estómago y que ya no nos suelta. Ese bocado, o a veces zarpazo, que al principio te deja sin respiración e incluso llega a doler. Es eso que he sentido a veces ante la visión de un paisaje estremecedor o ante la presencia de determinadas personas que brillan entre un millón. Ésas que no sabes por qué, poseen legerezza cósmica (Leggerezza cosmica quel micro sforzo che solo certe persone devono fare, per risultare istantaneamente eccezionali).

Y el jueves por la noche, en el epílogo de aquella semana de convivencia, tras la cena de despedida con el consabido cochinillo, estaba yo esperando mi copa en la barra del bar y se acercó el Guardián a pedir. Charlamos un rato sobre la semana en Segovia y por supuesto le dije que me había encantado su blog (seguía sin tener ni idea de que era archiconocido). También le dije que algún día me gustaría tener a mí uno, aunque no le llegara ni a la suela de los zapatos.
Y como siempre me pasa, cuando estoy con alguien a quien admiro por alguna circunstancia, hago y digo chorradas. Y en vez aprovechar para preguntarle en quien se inspiraba, quienes eran sus referentes literarios, quienes sus musas, por qué mantenía el misterio de su identidad o tantas cosas al respecto que me hubiera gustado preguntarle después, de repente ocurrió algo que cortó en seco la conversación…. Comenzó a sonar la canción más hortera del mundo; el gangnam style. Raquel y yo, para reírnos durante la semana, habíamos estado practicando el baile después de clase y había sido una odisea aprendernos la maldita coreografía, especialmente en el momento caderita…. eeeehhh sexy ladyyyy.. Así que le miré fijamente y le dije al borde del colapso:
-Perdona, ¡tengo que ir  a bailar esto con Raquel!

Me giré y me fui de allí corriendo y sin mirar atrás, imagino que dejando al Guardián, al gentleman, al elegante y misterioso escritor, echándose las manos a la cabeza y puede que incluso cayéndose hacia atrás, como en los dibujos animados, al tomar conciencia de la garrula con la que había estado hablando hacía unos segundos.

Después de aquella historia, el trabajo me llevó otra vez a Segovia por otros motivos y la casualidad hizo que volviéramos a coincidir de nuevo allí. Esa vez me encargaron organizar algo especial para cerrar una convención y no sé cómo me las ingenié para que me permitieran montar un concierto un viernes por la mañana con los grandísimos The Tutsies, llegados desde Barcelona para la ocasión.
Aquel viernes, en aquella sala plenaria llena hasta los topes con directores, socios y consultores, mientras Luis daba una charla acerca del deporte de la vela y de los paralelismos con el mundo empresarial, Dani agarró su guitarra y Luis bordó esta canción, con interpretación incluida (haciendo uso de una escoba, a falta de aspirador, ya que es lo único que encontré por aquel hotel).

I want to break free

Yo creo que algunos de los altos directivos allí presentes, aún a día de hoy deben estar viendo si salen de su asombro. Ésta es otra de esas experiencias a la que también le he puesto un marquito.

A los pocos meses, cambié de trabajo y al poco tiempo, me enteré de que el Guardián también había dejado el suyo, y parece ser que en la actualidad dedica su tiempo a escribir, a lo que tan bien se le da.
Lo encontrarás por supuesto en su blog, también en su columna de la edición impresa de la revista ELLE y en algunas colaboraciones en la revista cultural Jot Down. Estoy convencida de que pronto estará también en alguna estantería de las librerías principales de Madrid.
En sus páginas, además de buenas recomendaciones culturales y de muchas historias, encontrarán eso que a muchos nos mantiene enganchados, aquello que no sabes describir y lo más parecido que lo define es la gran belleza.

Por mi parte, si algún día me lo cruzo por las calles de Madrid, creo que debería disculparme por haberme vuelta loca cuando sonó el gangnam style.


6 comentarios:

  1. No soy ni tu vecino del quinto ni unas de tus amigas, soy un antiguo "alumno" que recibió una curso-charla muy productiva en Palma del Rio y quería felicitarte porque me parece muy interesante tu blog. Mucho animo que algún dia tendras tantas visitas como el guardian.

    Un saludo de un follower

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  2. Hola Víctor! qué ilusión tu comentario! Mira que curioso: Tras volver de Palma del Río y haber escuchado la charla de vuestro compañero Ignacio Oficialdegui y sus expediciones a la Antártida, empecé este blog. De hecho, el primer post va dedicado a esa historia que nos contó.
    Gracias por tus comentarios, de verdad. Yo aquel día me quedé afónica y fue un autentico desastre, pero fue bonito.
    Un fuerte abrazo!!

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  3. la verdad es que me gusta bastante tu blog, y ni soy amiga, ni vecina... jajjajajaja
    si no te lo pregunto, reviento, ¿que edad tiene? ¿Es tan guapo y elegante como te imaginas al leerlo?

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    1. Hola! gracias por tus palabras, qué ilusión me hacen! Cómo te llamas?
      Verás, yo creo que parte del encanto del guardián es el misterio de su identidad y quien soy yo para desvelar edad o apariencia?? ;)
      Un tío estupendo, eso sí!
      Un abrazo!!

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  4. Jeje una anécdota muy graciosa y genialmente contada, enhorabuena!

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    1. Gracias Soldadito!! ayyyyyy... qué desastre de historia!! y qué ilusión que me leas con lo abandonado que tengo el blog... desde que no vivo en madrid la inspiración ha dejado de venir a visitarme.. qué hago Doctor??? Enhorabuena por tus post, son muy buenos :)

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