lunes, 16 de diciembre de 2013

Puro teatro


“Contigo y con el teatro me pasó como a Romeo, lo arriesgué todo, me jugué la vida. Con el teatro gané mil vidas, contigo perdí una: la mía. Pero gracias al teatro resucito cada noche...
Con el teatro y contigo me pasó como a Romeo, fue todo una mentira, una farsa verdadera. Pero hay una diferencia; con el teatro sigo, porque para mí el teatro es puro amor y lo tuyo es… puro teatro”

                               

El intérprete. Asier Etxendia

Era un sábado de finales de julio y caminar por la ciudad a mitad mañana era una proeza comparable a hacer el París Dakar en triciclo o cruzar a nado el canal de la Mancha.
El asfalto se derretía al andar y el aire en la cara, era como si alguien hubiera puesto en marcha un secador de 5.000 W encima de la ciudad. Como pudimos, pasamos el día en remojo en una de ésas piscinas comunitarias, que son como auténticos oasis urbanos en Madrid.





Y lentamente fue llegando la tarde y el sol nos concedió una tregua. La tarde dio paso al suave atardecer y poco a poco fuimos recuperando fuerzas. Al esconderse el sol nos sentimos cargados de energía, nos pusimos guapos y nos lanzamos a la calle.
Donde hacía unas horas parecía que no había atisbo de vida humana, fueron brotando terrazas por toda la calle Argumosa de Lavapiés y por medio Madrid.

Sentía ese escalofrío que tengo siempre que voy al Teatro Circo Price, porque sé que algo emocionante va a pasar, algo que me dejará un retrogusto fabuloso durante varios días.
Y así fue. Presenciar El intérprete, de Asier Etxendia fue un festival de colores para eso que llaman “emociones estéticas”. Qué grande está el tío narrando su vida a través de las canciones que escuchaba desde su cuarto cuando era pequeño: allí sonaban discos que ponían sus padres de Chabela Vargas o Lucho Gatica y los que ponía él de David Bowie o los Rolling Stones, y el tío bestia las interpreta con su voz rasgada atreviéndose con todo.
No teníamos ni idea, pero fuimos a verlo el día grande de Asier. Allí estaban sus coleguitas de profesión como: Penélope Cruz, Javier Barden, Alaska, Hugo Silva, Aitana Sánchez Gijón o Pedro Almodóvar, y a todos los hizo levantarse de la silla y bailar la coreografía de Tú te me dejas querer.
Uno de los momentos más sublimes para mí, fue cuando interpreta Puro teatro, de La Lupe, y en mitad de la canción dejan de sonar los instrumentos, para de cantar y comienza a recitar el párrafo con el que iniciaba este post. Lo hace con profundo desgarro, señalando con el dedo hacia algo invisible. Lo hace transmitiendo el mismo sufrimiento en su voz que utiliza al contar como, siendo aún un niño, deseaba tomar algo, una pastilla, un antiamorol, un medicamento contra el mal amor. Esa noche y otras muchas, subido a un escenario, Asier se abre en canal y exorciza a los fantasmas del pasado: aquel colegio de jesuitas, la soledad en su cuarto, aquella relación que fue puro teatro y aquel chico que le destrozó el corazón.

Este tramo me recordó a que una vez yo también salí con un gran actor. Estando en la universidad tuve una especie de novio. Y lo suyo… fue puro teatro.
¿Qué hice cuando fui consciente de estar viviendo ese primer gran desengaño? Poner tierra de por medio, desaparecer del mapa, hacerme la interesante, irme a Londres a trabajar de camarera (todo un clásico, muy extendido hoy en día). Con la excusa de estudiar inglés, que era importantísimo para mi futuro profesional, me fui a la capital de Reunido Unido, a orillas del Támesis. El gran motivo era alejarme de todos los rincones y calles que me iban a recordar a ese actor cutre de culebrón, huir de tener que encontrármelo en cada esquina.




Y en un rincón oscuro de las motivaciones más profundas, dentro de aquel drama postadolescente que estaba viviendo, anhelaba que pensara un poco en mí y que me echara de menos. Y así que se fastidiara. Como al principio de la película Hable con ella, cuando Rosario Flores interpreta a una torera que decide enfrentarse una tarde a seis toros y desde el burladero dos hombres la observan y uno de ellos dice: “Haría cualquier cosa con tal de llamar su atención. Se dejaría matar con tal de que él la estuviera mirando” y justo en ese momento, el toro la embiste antes de fundirse en negro la escena (…)
Tiempo después pensé que a lo mejor cuando se tienen veinte años recién cumplidos y se es un poco pava, como yo, sentimos fascinación por aquellos que no nos tratan regular.
Y bueno, yo quería aprender inglés, eso era verdad, sobre todo para entender al fin, lo que decían algunas de mis canciones favoritas.

Después de aquel capítulo de mi vida, igual que Rosa Montero en La loca de la casa, cuenta el paso del tiempo a través de los libros que va escribiendo y los novios que iba teniendo, yo categoricé  a los chicos que iba conociendo y que eran susceptibles de aporrear las puertas de mi interés, en azules y rojos. Porque: “¡no le des más vueltas! La verdad es azul y la mentira es roja!”



Love will tear us apart (Joy Division)

¡Señoras y señores, bienvenidos al gran espectáculo! El teatro de la Navidad es inminente y se cuela inexorablemente en nuestras vidas un año más. Lo habrán notado porque el cd de villancicos suena en los supermercados, si vives en Madrid, lo más seguro es que tus amigos y familiares te hayan encargado un décimo de Doña Manolita y, a estas alturas, seguro que al menos ya has tenido un par de cenas de amigo invisible.
Vuelven los papa noeles haciendo “balconing”, las señoras que se despiden de ti con un: “Bueno, recuerdos a la familia y feliceeeessss…”, y los árboles de navidad en tu móvil construidos con emoticonos. Y pronto volveremos a ver a los entrañables niños de San Idelfonso, que desde que canten en euros los premios de la lotería, han perdido parte del encanto. Se trata de otra función, sí, pero mucho más amable.
En fin, que llega la Navidad otra vez y tengo una felicitación navideña para ti:

Escena favorita de Love Actually

Y aunque me dé un poquito de pereza todo el “tinglao”, este año van a ser especiales para mi hermana, para mi mejor amigo Juanjo y para grandes amigas, que se estrenan como padres. Para otros amigos que fueron más avanzados en esto de la paternidad, ya deben ser las terceras o cuartas navidades con sus retoños y puede que aún sea más molón hacer cosas que hemos hecho todos de pequeños, como ir a la cabalgata, montar el belén o acompañar en el insomnio infantil, fruto de la emoción la noche de reyes, después de haber dejado tres copitas de champán y un poco de turrón en el salón. Supongo que eso justifica todo el teatro que se monta alrededor.
Yo me dispongo, como cada año que acaba, a crear mi lista, parecida a la que hace la ancianita de la peli de dibujos Up, de “Cosas que voy a hacer”. A ver si este año al final, hago alguna de las cosas que apunto y no me quedo como siempre sólo en el mundo de la palabras.



Una de las cosas que ya he apuntado me lo vino a recordar el otro día una persona especial; Tuve el inmenso placer de escuchar la experiencia de María Belón, superviviente del tsunami en Asia. Dijo cosas de ésas que me hacen recordar que  a veces las palabras “sanan”. Salí de allí con el corazón enorme. Ojalá le hubiera podido expresar lo que disfruté, pero salimos pitando porque llegábamos tarde a la cena navideña de empresa.
Me quedo con una de las cosas que le pidió a su hijo Lucas cuando ella estaba mal herida en su camilla en aquel hospital tailandés: “Haz algo por la gente, ayuda, se te da bien”.

Antes de ponerme muy intensa, voy acabando… y no se me ocurre una canción más navideña para echar el cierre que All I want for Christmas is you, pero en versión Nancys Rubias que es más divertida, aunque mucho más desafinada.




Bones festes!