domingo, 28 de abril de 2013

33

Y si todo va tan bien y si toda va tan bien… ¿por qué este dolor que siento? (Los Planetas)

Dentro de unos días cumplo treinta y tres tacos y voy a intentar evitar añadir la coletilla, “la edad de Jesucristo”. Bueno, se me ha escapado.
No sé si a todo el mundo le pasa lo mismo. A mí me ocurre que me veo siempre exactamente igual, aunque sospecho que la gente que hace tiempo que no me ve pensará que me hago mayor, al igual que me pasa a mí cuando me encuentro con casi todos ellos. Creía también que al crecer iría ganando en autoridad y seguridad en mí misma… Pche, pche.


La Costa Brava. Treinta y tres


El pasado sábado acudí con unas amigas a una sala de Chamberí, el Caravan, un sitio bastante chulo donde hacen continuos conciertos, pinchan música de los 80 y afortunadamente las copas bajan de los diez euros. Era llamativo, eso sí la juventud de la clientela. Fácilmente yo estaría en percentil .85 de los mayores del lugar. A veces me siento muy mayor y a veces me siento una cría. Sin términos medios.


De repente pusieron la canción de Cristina y los subterráneos: “Cuando crees que me ves cruzo la pared, hago “chas” y aparezco a tu ladoooo”... Hacía un siglo que no escuchaba esa canción. Una amiga y yo comenzamos a bailar emocionadas la una frente a la otra con amplios gestos de manos y brazos especialmente en el momento del “hago chas”. Me percaté de ciertas mirada de algunos “veintipocoañeros” y en ese momento me recordé un poco a las típicas señoras que en las bodas viven su momento de gloria en el centro de la pista cuando el dj correspondiente pincha las típicas canciones del comienzo del baile (Dancing Queen, Quince años tiene mi amor, It´s not unusual, de Tom Jones, etc.) Tú en ese momento estás haciéndote fuerte en la abarrotada barra libre a la espera de que vayan dejando hueco para los “jóvenes”, y cuando por fin consigues tu Absolut limón observas desde la barra y te da un pelín de risa.


A veces no te das cuenta de que las cosas cambian porque estás tú mismo viviéndolas en primera persona, pero todo cambia, nada es… Lo único constante es el cambio.


Desde hace un tiempo me da por imaginarme a mí misma hace uno o dos años y pienso qué cara habría puesto si entonces alguien me hubiera anticipado que en breve ocurriría esto o lo otro. Habría alucinado.


Si me hubieran dicho que, al venirme a Madrid recuperaría a una amiga que tuve en Londres, de aquella época que me fui a trabajar de camarera unos meses, tras aquellos dos años que pasé preparando el PIR y que al no aprobar pensé que había tirado mi tiempo a la basura.


Si me hubieran dicho que este año en una ocasión le daría clase al mediático, guapo y educadísimo controlador aéreo, que haría un proyecto en “la Casa de las Palabras”… Si me hubieran dicho que mi hermana me anunciaría que pronto me hará tía y que mi gran amigo (otro Peter Pan) del alma me haría tía postiza también. Si me hubieran contado que me ofrecerían irme a trabajar con una persona a la que admiro profesionalmente desde hace años y por fin, cambiaría de vida.


Si me hubieran contado las casualidades, los momentos, el sueño de una noche de verano…


No me lo hubiera creído, claro.


Dijo Steve Jobs en su famosísimo discurso de Stanford, que a veces los puntos se unen. Los puntos se unieron. Y la vida a veces es muy perra y normalmente va pasando, sin más, con sus problemillas, sus rutinas, sus alegrías, sus días grises y soleados. Pero a veces, como dice Alejandro Jodorowsky, ocurren milagros y “actos poéticos”. Y hay que ser consciente de ellos para cuando vengan las épocas aciagas.


Sólo a veces hay pequeños destellos de luz y sientes que estás en la cima del mundo. Sólo puedes estar agradecido y en paz con la vida. Y te apetece bailar como una loca y hacer mucho el ridículo.


Acechan los 33. Acechan más patas de gallo. Se avecinan cambios “ilusiontes”.


Chchchchchchchhchchchchchc… Changeeeseeees!!





 David Bowie. Changes

domingo, 14 de abril de 2013

Ruta Malasañera


Cuando empecé vivir en Madrid hace un año y varios meses, poco sabía sobre los barrios de la capital, más allá de lo que te suena de toda la vida, del Monopoly y de los fines de semana que había pasado aquí y que casi siempre consistían en pasear por la Latina y tomar una copa al atardecer en El Viajero.


Los amigos que viven o vivieron en esta ciudad, me habían contado historias terribles sobre lo que suponía buscar piso en Madrid; historias de lugares casi insalubres, de caseros despiadados, de agujeros enanos en los que vivir, donde casi había que agacharse para entrar en casa, como el la peli “Being Jon Malkovich”.

Mi piso lo encontramos a la tercera visita. Ya estábamos bastante desmoralizados con lo poco que habíamos visto, pero apareció este piso pequeño y céntrico; “Demasiado céntrico”, dijeron dos personas que nada tenían que ver entre sí el mismo día. Era pequeño, blanco y acogedor,  y al entrar vi que a través de la ventana se divisaban al fondo unos arbolitos y una chimenea humeante. Nos encantó. Allí nos quedamos a vivir.

Cuando tuvimos tiempos para ubicarnos, nos dimos cuenta de que nuestro hogar estaba al lado de la ruidosa Gran Vía. Ahora procuro evitar en mis rutas a pie esa arteria congestionada de tráfico y mareas humanas y camino por San Bernardo o me meto a través de mi barrio favorito: Malasaña.

Hay un millón de sitios en Malasaña a los que ir. Voy a comentar algunos que en los últimos tiempos visito con más frecuencia, pero hay infinitos más.

Mi sitio favorito para quedar últimamente es un café que se llama La Bicicleta. Es un sitio para todo: desayunar, brunch (puñetero término...), comer, trabajar (o workplace, que mola más), quedar, hacer o ver exposiciones o tomar un copazo al atardecer o al anochecer…. Todo ello con un ambiente 100% malasañero, con gente de todos los colores y con una estética algo decadente. Fabuloso.
Existe otro lugar especial, donde predomina el diseño y la estética, que últimamente siempre enseño a todo aquel que pasa de visita por Madrid, para que vean que mi barrio tiene sitios elegantes y vanguardistas: Kike Keller. Es un bar de copas y sobre todo sala de exposiciones de nuevos diseñadores en un espacio único. La decoración y los artistas que exponen van cambiando a menudo. Para mayor aliciente, la última vez que lo visité, los camareros vestían camisas vaqueras y faldas escocesas con muchísimo estilo. No todo el mundo se lo podría permitir, claro.

Tipos Infames (qué gran nombre ¿eh?), es un café librería, donde encuentras gran variedad de títulos y autores conocidos, además de narrativa independiente. Todo ello regado con un café, o mejor, una copa de vino.

Existen pequeñas salitas donde se come increíble a buen precio y en un entorno agradable: El Cocinillas, Mari Castaña y, como último fichaje: la Tape.

Una amiga me habló hace unos meses de una opción cultural que me pareció muy original, una fórmula que ha tenido y tiene mucho éxito y atrae a un montón de público y actores más o menos alternativos, que aunque estén trabajando en obras, teatro, TV o cine, se dejan caer por el Micro Teatro para representar alguna obra de quince o veinte minutos. Un concepto novedoso en micro salas; teatro breve, cervezas y caras conocidas. Micro Teatro por dinero.

Algunos lugares para cenar, permanecen inalterables al tiempo y las modas y están siempre llenos porque se lo merecen; pertenecen al mismo grupo: la Musa y Ojalá. Si se echa mucho de menos el mar, en la parte de abajo del Ojalá, puedes hundir los pies en la arena de playa mientras cenas.

Una de las primeras veces que salí por la noche en Malasaña, me llevaron a una sala donde nada más entrar respiré el espíritu de los ochenta, época que tanto me hubiera gustado vivir teniendo veinte años, se trata del bar de Antonio Vega, El Penta. Allí se escuchan canciones del pop español más ochenteras y también más actuales. Todo en español. Una frase de la canción Lucha de Gigantes, corona toda la barra: “Dime que es mentira todo, un sueño tonto y no más”. Cuando llevaba tres minutos dentro ya supe que me había ganado para siempre. Posee un defectillo habitual de los bares de Madrid; siempre está a reventar. Siempre. Supongo que por su carácter de santuario de la movida y del gran Antonio Vega.


Bares, qué lugares…

Hay miles de bares y lugares especiales más que componen este barrio cósmico de Malasaña. Pero tampoco quiero ser pesada, tampoco quiero vaciarme del todo. Poco a poco. He puesto varios de lo mejorcito. Pero lo mejor está por llegar.

Con todo, el lugar y el momento más especial de este barrio para mí fue éste; Fue en julio, una noche de mucho calor, íbamos en chanclas, compramos una pizza y unas latas de cerveza para cenar en la calle. La plaza de San Idelfonso estaba llena de gente, en las mesas y sobre todo en corros en el suelo. Había también grupos de amigos que se sentaban en los bancos o en las escaleras de la iglesia. Parecía que estábamos en la plaza de un pueblo. Sentados en el suelo, mientras cenábamos, un artista callejero nos hacía reír con imitaciones y malabares. Lo recuerdo porque, fue de esos momentos en que mientras está ocurriendo eres perfectamente consciente de que eres feliz en ese preciso instante. No hace falta que pase el tiempo para valorarlo.

martes, 2 de abril de 2013

La primavera ha llegado a la ciudad


Así es. Segunda primavera en esta ciudad. Escribió un conocido en su blog (uno de los pocos que sigo, por cierto) que Madrid le recuerda a una mujer a la que “le gusta la farra….” Es verdad... no nos engañemos. Creo que hay gente que necesita que le pasen cosas y gente que quiere que no pase nada, que nada altere su equilibrio (virgencita virgencita…) yo me voy moviendo entre ambas opciones y dependiendo también de en qué faceta vital, me afilio más a una u otra. Pero cuando se cumplió mi sueño de vivir en Madrid, hace poco más de un año sabía que me urgía que pasaran cosas nuevas. En este periodo de tiempo indeterminado, en esta tregua o prórroga (digo yo) antes de que la presión social y biológica me aboque a la maternidad sin remedio, tengo la sensación de querer exprimir la ciudad al máximo, de conocer cada rincón y de que nuestra vida se complete con gente estupenda. En ello estamos.

La primavera me recuerda a canción de Facto Delafe o Delafe a secas, como se llaman desde que uno de los miembros decidió volar por separado. Me siguen gustando sus canciones. Esta primavera ha empezado con disco nuevo: De mí sin ti. Sus canciones son como tomarse una clarita con limón y unas olivas mirando al mar. Mar Mediterráneo. También me recuerda a mis amigos. A los treintañeros. A días en la isla hueca, ya sabéis... cambia el paisaje, cambiamos nosotros, cambiamos atardeceres en el mar por atardeceres entre los edificios de Madrid, pero las sensaciones son parecidas. 

La incipiente primavera después de este crudo invierno promete momentos especiales. La pasada primavera descubrí el placer de algunas veladas en las terrazas del cielo madrileño, un lujo. Algunas como la terraza del hotel Ada en la Gran vía o cerca; la de hotel Room Mate Óscar. Uno de los mejores atardeceres lo vi donde menos lo esperaba. En la cafetería de la azotea del Corte Inglés de Callao. La pregunté a un amigo con muy buen gusto, sus rincones favoritos de Madrid y uno fue la susodicha cafetería, sentado en una mesa frente al ventanal panorámico. Tenía razón. Bastante sublime. En ese momento estaba dando un paseo y disfruté de la solitude.

Aunque han hecho muchas, y muy buenas canciones después, dejo una de las primeras canciones que escuché de Facto Delafe. Mar, el poder del mar

(…) La primavera ha llegado a la ciudad y no sabes lo bien que me sienta mamá…