domingo, 7 de julio de 2013

El increíble hombre que bajó de las estrellas

"A los veintidós años, en primavera, Sumire se enamoró por primera vez. Fue un amor violento como un tornado que barre en línea recta una vasta llanura. Un amor que lo derribó todo a su paso, que lo succionó todo hacia el cielo en su torbellino, que lo descuartizó todo en una arranque de locura, que lo machacó todo por completo. Y, sin que su furia amainara un ápice, barrió el océano, arrasó sin misericordia las ruinas de Angkor Vat, calcinó con su fuego las selvas de la India repletas de manadas de desafortunados tigres y, convertido en tempestad de arena del desierto persa, sepultó alguna exótica ciudad amurallada. Fue un amor glorioso, monumental. La persona de quien Sumire se enamoró era diecisiete años mayor que ella, estaba casada. Y debo añadir que era una mujer. Aquí empezó todo y aquí acabó (casi) todo." Sputnik, mi amor. Haruki Murakami.


Era una tarde de principios de verano y habíamos quedado para tomar la típica copita de vino de después del trabajo. Ese líquido púrpura que al darle el primer sorbo te dibuja una sonrisa fija en la cara al estilo joker, te produce un brillo inconfundible en los ojos y te hace tararear internamente: nananananaaaaaa.. la dolve vitaaaa… Madrid, ahí fuera, como siempre bullía en caos, pero en aquella terraza oasis en medio de la jungla de asfalto, María y yo estábamos mecidas por el aire tibio del final de la tarde y el murmullo ligero de la gente guapa. Era una tarde que sí, esta vez sí, parecía que por fin la meteorología se comportaba de forma cuerda y decidía acompasarse a la fecha que marcaba el  calendario… Aunque me equivocaba.

María me iba narrando los planes que tenía para este verano. Y no sé por qué… No sé qué conexión sináptica en su cerebro se produjo, no sé si fue el viento, o el ocaso de la tarde, o algún parecido que vio en uno de aquellos madrileños guapos y repeinados, o algún sabor diferente en el fondo de la copa de vino, me empezó a contar una historia. Era una historia casi infantil. Era del increíble hombre que bajó de las estrellas. Y no era David Bowie en aquella película.




Me hizo gracia ese comienzo. Yo que creía que no existían ya esas historias pasada la barrera de los 30, pero parece ser que sí, que ocurrió, o quizás solo estuvo en su cabeza.

¿Cómo era él?
Pues al principio le pareció un chico callado. Le conoció una calurosa noche de julio. En una de estas cenas con más amigos. Al verle, sintió un cierto mareo y mientras fue acercándose a la mesa donde estaba él hubo como un fundido en negro. Pensó: Me caigo… y luego: se me ha complicado la vida. ¿Cómo fue la velada? Estuvo bien, “como una pompa de jabón”.
Él no habló mucho, María, como siempre que se pone nerviosa, sufrió incontinencia verbal... Cenaron, ella poco y bebieron, ella mucho.

Se enamoró hasta las trancas. Como una niña, como las primeras veces. Como esa peli que viste una vez y te dejó insomne varias noches, como aquella primera vez que la besaron.
Dicen que el estado de enamoramiento se debe, ente otras explicaciones más  biológicas a una hormona llamada DHEA. Esta hormona, además de ser llamada la hormona de la juventud y de la felicidad es liberada cuando sentimos enamoramiento y produce un gran bienestar y una gran activación…su ausencia o escasez se asocia con estados de depresión. Pero no se puede estar siempre bajo los efectos de esta hormona porque es agotador y devastador.

Pronto llegaron las vacaciones y los viajes. Y María viajó lejos. Pero se coló su recuerdo en la maleta y allá donde estuvo se preguntaba continuamente: ¿le gustaría esta playa?  ¿le gustaría este plato?. Y pasadas las vacaciones siguió preguntándose muchas cosas: ¿le gustarían mis amigos? ¿le gustaría mi cara recién levantada?
Todo era un gran absurdo, pero esa intuición reclamaba su derecho a estar presente.
Pasó mucho tiempo hasta que volvió a verle, pero cada noche el ser cósmico, se empeñó en aparecerse en sueños, como un intruso, como un espía, como un extraterrestre.... No sabía ya qué hacer...






I just don´t know what to do with myself. The White Stripes

Después de aquello coincidieron en algunos lugares. En un concierto, en una fiesta de amigos en común, en una boda… Fueron siempre encuentros fortuitos, con prisa, nunca fue un buen momento para hablar. Pero ¿y él qué?, ¿sintió algo por ti?
- No tengo ni la más remota idea. El momento cumbre fue en aquella boda. Encontramos un momento para hablar tranquilamente. Aquella boda estaba en su momento climax, todo el mundo bailaba, apuraba la barra libre e incluso se había improvisado esa conga que nunca falta en ninguna boda.
Sin embargo María dejó de escuchar y percatarse de todo lo que ocurría a su alrededor y en aquella noche aquel chico algo callado creó burbujas de silencio en el desierto de sus ruidos.
Hablaron de sus trabajos, de la infancia, de música, de las bodas... Rieron… Estuvo bien.
Creo que aquella vez, noté en su voz algo de interés, pero entonces mi amiga Carola se enganchó una melopea de tres pares de narices, rompió una copa y acabó clavándose un cristal en el pie… Claro, tuvimos que salir corriendo, aquello no paraba de sangrar.

Pasó el tiempo y dejó de verle. Creo que se mudó de ciudad. Pasaron algunos años y algunos novios también. Dice la ley de la atracción, que si piensas mucho en algo o alguien lo acabas atrayendo. Así María se lo encontró de forma inesperada hace poco en las calles de Madrid. No sabe si fue el DHEA o qué pero ella notó la sangre hervir dentro de sus venas, su frente arder y algo en su interior a punto de explotar.
Él llevaba un niño en brazos y en la otra mano llevaba una bolsa con comida. María, de nuevo en ese instante se sintió muy infantil y muy conmovida ante su presencia y la de un niño que era su viva imagen... Treinta años menor.


Como todas las historias más bellas nunca pasó nada entre ellos. Dicen que hasta los huesos sólo queman los besos que no has dado. Como era un ser cósmico, María me hablaba de esta historia como un eterno desencuentro. ¿Te acuerdas del libro Cuatro amigos de David Trueba? ¿Cuándo hablan de los eclipses? Como la luna y sol. Condenados a no estar juntos.

“Cuenta una leyenda china la historia de dos amantes que jamás logran reunirse. Se llaman Noche y Día. En las horas mágicas del atardecer y el amanecer los amantes se rozan y están a punto de encontrarse, pero nunca sucede. Dicen que si prestas atención puedes escuchar sus lamentos y ver el cielo teñirse de rojo de su rabia. La leyenda afirma que los Dioses tuvieron a bien concederles algún instante de felicidad y por eso crearon los eclipses, durante los cuales los amantes logran reunirse y hacer el amor. Tú y yo también esperamos nuestro eclipse. Ahora que hemos comprendido que ya nunca volveremos a encontrarnos, que estamos condenados a vivir separados, que somos la Noche y el Día”. Cuatro amigos. David Trueba.




Volví hacia casa andando, a ver si se me pasaba un poco el efecto de las tres copas de vino. Caminaba por calles perpendiculares a la Gran vía; Barquillo, Hortaleza, Fuencarral, Tribunal, Pez  y casa.
Antes de irme a dormir, me asaltó una duda. Le mandé un wassap a María: no me has dicho cómo se llama el protagonista de tu historia.
Pasan los minutos pero no me contesta. Hace rato que no mira el móvil.
Bueno, pues lo llamaré... El increíble hombre que bajó de las estrellas, o algo más cortito, el  Astronauta. Así, en mayúsculas.


Cosmic girl. Jamiroquai




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