viernes, 6 de febrero de 2015

Un buen día

07:15. Suena el despertador, es decir, el móvil. Lo apago de un manotazo (...) 

07:20. Suena el despertador. Ídem. 

07: 45. Suena el despertador. Lo apago, abrazo el móvil. Empiezo a soñar que salgo de la cama, aún sentada en la cama, me desperezo y enfilo hacia la ducha… qué bien, qué a gusto se está sin sentimientos de culpabilidad. 

08:15. Suena el despertador. ¿Dónde está el móvil? Creo que en algún rincón dentro de la cama. Ya parará… 


08:30. Entra Jordi en el cuarto. 

- Me voooyyyy!, hasta lueg…! ¿¿Otra vez te has dormido?? 

- ¡Mierda! - Salto de la cama, no hay tiempo para nada... Salgo pitando. ¡Qué rabia me da empezar así de mal el día! 

Hace frío en Madrid, demasiado frío, y aunque todo va bien, tampoco se puede decir que en ese momento tenga “el corazón contento, el corazón contento lleno de alegría…” Creo que me influye demasiado la meteorología. Si viviera en Noruega fijo que tendría que adquirir una lámpara de "luminoterapia" para segregar serotonina. 

Hay cola en el ascensor que desciende al metro de Noviciado. Justo antes de entrar, se me cuela una señora y la puerta del ascensor se cierra en mis narices, no sin antes regalarme una mirada triunfal. 
Le odio, señora… 

A esa hora en el metro todos nos esquivamos la mirada. Mientras mordisqueo unas galletas de desayuno a palo seco, fijo la mirada en un nene chinito muy gracioso con pelo casco que sin lugar a dudas es el más alegre del vagón. Juguetea con unos muñequitos haciendo los típicos ruiditos que hacen los nenes para dotar de acción a sus muñecos: piuuuujjjj, chiuuuuuu, piñau, piñau!! 




Me quedo mirándolo y cuando me observa de refilón, le pongo una cara fea y el nene se parte de risa. 

¡Qué mono por favor! Pienso en mi sobri, con su risa de Heidi y sus pelos de loco. Pienso que en el fondo, me molan mucho los nenes y tampoco tengo tan adormecido el instinto maternal (…) 

“Próxima parada; Cuzco!” 

Joder, me he pasado de parada… 

09:45. Entro por la puerta del trabajo. Mi compañera me anuncia que me ha llamado mi jefe un par de veces para que vaya a su despacho en cuanto llegue. 

Fenomenal, para una vez que me llama y se entera de que he llegado cuarenta y cinco minutos tarde – voy pensando de camino a su despacho cabizbaja. Y entonces, a la blanca luz de la oficina, reparo en que llevo un calcetín negro y otro azul marino…. Agggghhhh.. 

- Tenemos una reunión importante en diez minutos – me suelta. Vente y luego preparamos una propuesta para enviarla al cliente. 

En la sala hay cuatro personas más de otros negocios, mi jefe y yo. De pronto uno de ellos dice del tirón: “Pensamos que ésos son los drivers para tomar el pulso y establecer el delivering” 

¿En serio ha dicho eso? Miro hacia el resto de asistentes, a ver si alguno está tan alucinado como yo y me devuelve una mirada cómplice y risueña, pero no. 

¿Tú qué opinas? – todos me miran. 

Ehhhh, sí, creo que debemos favorecer el empowerment para así mejorar el engagement y al mismo tiempo, diseñar estrategias de employer branding y talent attraction… 



Por fin en mi sitio. Concienzuda, me pongo a preparar el documento. Cuando parece que veo la luz al final del túnel, mi ordenador empieza a hacer el tonto y se queda bloqueado. Desesperada, acudo a la ventanilla de Help Desk con él en la mano: 

- ¡Que no se pierda el documento! Sálvalo, sálvalo!!! - Digo histérica.

A lo que el informático contesta: Pero, ¿has reiniciado? 

Cuando le presento el trabajo a mi jefe, me ofrece su contestación favorita: 

- “Dale una vuelta” y lo vemos en media hora. 

Salgo al fin de trabajar y tras reflexionarlo tres segundos, llego a la conclusión de que hoy tampoco me verán el pelo en el gimnasio. Total, no me lo han visto en cuatro meses, un día más no va a ningún sitio. 

Ahora llueve y paso a paso, mi pelo va adquiriendo ese aspecto "estrufado" que todos los que no hemos nacido con el pelo liso japonés, conocemos bien. 

Miro el móvil; el grupito de WhatsApp “Cuchufletix” está muy animado, me salto los ochenta y tres mensajes no leídos y voy directamente al último: A las 21:00 horas en Bar Pajarita. Esto sí me convence más. 

Entro por la puerta y me recibe una luz suave de velas, un aroma muy rico y un local tranquilo y acogedor. 

Hacía mucho tiempo que no nos veíamos y estamos pletóricas. Hablamos de la vida, del amor y de algunos cambios que parecen inminentes. Ante la pregunta del camarero a mitad cena de si "deseamos más vino", la respuesta al unísono es que sí. 

Estos días no saldrán reflejados en nuestras biografías, pero tampoco es que me importe mucho. Brindamos y el día se convierte en perfecto. 



Les passants. ZAZ

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