La obsesión es una fiebre. Una rabia loca, enfocada hacia un solo
punto, que empieza a acelerar sin que nadie pueda detenerla. La obsesión es un
deseo multiplicado, y ese deseo me ha llevado hasta aquí". 'Cosas que hacen BUM'. Kiko Amat.
Había salido un sol inesperado en
Madrid. Andábamos todos por las calles arriba y abajo entusiasmados como luciérnagas
buscando la luz. Pero aunque ya es primavera en el Corte Inglés, no saquemos las
chanclas, ni lancemos las medias por los aires, ni hagamos selfies en shorts poniendo morritos y haciendo el signo de la
victoria. Que todavía no toca.
Sentarme aquí en este rincón tan
privado lleva asociado inevitablemente dos cosas: cierta alegría tontaina y el
consumo de uno, dos o tres cafés (depende de lo poco inspirada que me pille en
el momento).
Yo soy de ésas personas que no
soy capaz de enlazar una palabra con otra hasta que no me tomo el primer café
de la mañana. Recién levantada soy la peor versión de mí misma, y no sólo por
el careto y los pelos de loca (aunque tampoco creo que nadie se levante siendo
Charliez Theron con su gracioso pelo a lo garçon
con flequillo perfectamente ladeado) sino porque me cuesta un mundo conectar
con la realidad. Creo que más de lo normal. Y siento cierto rencor hacia
aquellos que se levantan cantando y con una energía digna de mejor causa.
Me arrastro hacia la cocina
lloriqueando a prepararme un café revitalizante. Cojo la taza humeante y enfilo
hacia el cuarto de baño y voy tomando sorbitos bajo la alcachofa de la ducha, mientras
me seco, me visto… porque aunque soy de las que se levanta con el tiempo
justito, también soy de las que no soporta tomarse el café de un trago.
Cuando me tomo el segundo, ya en
la oficina, noto como por fin mi cerebro empieza a funcionar poquito a poco. El
tercero del día llega justo después de comer.
Dicen que hay personas alondra y
personas búho. Está claro en qué grupo estoy yo; en el mismo que el de los
vampiros y hombres lobo. Sin embargo, nada me gusta más cuando soy capaz de
levantarme un sábado a una hora razonable (como decía tantas veces mi madre
hace ya unos cuantos años: “si eres mayor para salir hasta las tantas, eres
mayor para levantarte a una hora razonable”), que bajar a tomar el primer café
del día por ahí.
Me dispongo a contar algunas de
mis obsesiones urbanas en materia de cafés, a hacer una pequeña lista de sitios
encantadores para tomarlo sin mucha prisa. Espero impaciente a que me
recomiendes algún sitio más, porque uno de mis grandes placeres, por si aún no
te lo he dicho, es descubrir sitios nuevos en la ciudad. No significa que en
estos lugares encontrarás el mejor café de Madrid, con mejor aroma y cuerpo. Es
bastante probable que no sea café de Colombia ni de Brasil, pero son sitios que
me parecen especiales por un motivo u otro, y yo aquí he venido a hablar de mi
libro. Y como tú, amiga Géminis, eres una persona golosa como yo, encontrarás en
esta lista lugares donde podrás gozar con el placer de tomar un café en compañía de algo muy dulce. Hasta empalagoso, en muchos casos.
Justo enfrente del museo Conde
Duque, hay un sitio pequeño con dos o tres mesitas de madera antigua y flores,
llamado Olive. Aquí puedes acompañar
tu café y tu periódico con, por ejemplo, una crepe de nutella espectacular, que
te ayudará a afrontar la jornada mucho más feliz. Porque ya se sabe que la
nutella es un chute de serotonina directo para el cerebro.
Olive |
Cerquita de allí, subiendo por la
calle de la Palma, existe una cafetería que hace un año era minúscula y hace
poco la ampliaron que, en este caso sí, prepara uno de los mejores cafés del
barrio (reconocido) y ocho de cada diez vecinos lo recomiendan. Se llama Toma Café. Posee una decoración vintage
y una bicicleta colgada del techo. También ofrece todo tipo de dulces como la
omnipresente tarta de zanahoria o galletitas muy apetecibles para acompañarlo.
Un lugar con mucho rollo.
Toma Café |
Mi amigo Ricardo, que abandonó hace
unos meses la ciudad porque le salió un puestazo en Arteixo (¿adivinas dónde?),
tras muchos años, llegó a odiar Madrid tanto como al principio la quería, pero
antes de irse y comenzar a echarla mucho de menos, me contó su lugar favorito
en Malasaña, muy cerca de Tribunal: la
Cocina de mi Vecina. En su mesa de madera para compartir con todo aquel que
entra, he pasado agradables algunas tardes leyendo, tomando un café, té
de colores, cupcake de oreo o tarta red velvet. Mmmmm…
La Cocina de mi Vecina |
En la calle Hortaleza y en pleno
barrio de Chueca, hace poco desayuné con unas amigas en Oíta Café. Tan a gusto estábamos que se nos hizo casi mediodía sin
darnos cuenta y sin ningunas ganas de irnos.
Oita Café |
Y muy cerquita de allí, en la
zona de Barquillo y Argensola, un barrio cercano, que es como el primo de buena
familia de Malasaña, se encuentran algunos de los lugares donde más me gusta ir
si tengo un poco de tiempo.
En Madame Framboise te vuelves loca con la vitrina parecida a la de
una joyería con mil variedades de pastelitos, macarons (¿por qué están tan de
moda? y croissants que acompañan a tu café. Pero aún me gusta más una pequeña pastelería-café
con muchísimo gusto donde se toma un café y unos pasteles exquisitos. Quedar
allí para merendar o desayunar es casi una experiencia religiosa… Le Pomme de Sucre.
Le Pomme de Sucre |
Casi en la misma calle, hay un
sitio que me gusta todo de él excepto su nombre, que lo detesto: Lo siguiente. Y es porque me recuerda a
esa expresión que ha estado tan en auge bastante tiempo y a la que tenía mucha manía: “Eres majo no, lo siguiente…”, “Es guapa no, lo siguiente”. En fin, que aquí se
come y se cena increíble, mención aparte merece la tapa de rissoto con parmesano y trufa... y además muy bien de precio. Pero
es que se desayuna o se toma el bruch o
lo que sea, que es una maravilla, oiga.
Lo mismo me pasa con Whitby, en Almagro, que me encanta como
concepto para todo: desayuno con tostadas de varios tipos de pan, comida, cena
e incluso copas y vino afterwork.
Whitby |
En plena calle Serrano y en un
lugar que en principio no esperas, en la Fundación
Adolfo Domínguez, si subes al último piso encontrarás un rincón acogedor
que es una cafetería de gran elegancia y gusto donde podrás pasar un rato
tranquilo antes de zambullirte de nuevo en el torrente y energía de la calle
Serrano.
Fundación Adolfo Dominguez |
Voy a acabar porque
si no, no dejaré espacio para otros planes más adelante.
No puedo dejar fuera de esta
pequeña lista la cafetería de La Central,
donde hallarás burbujas de silencios en el desierto de ruidos de Callao ó Delic, en La Latina, donde siempre te
recibe un maravilloso olor a hierbabuena.
Delic |
Acabo ya, deseando encontrarte
por el barrio, ponernos al día y contarnos la vida tomando un café y algo muy dolce.
La pena es el tiempo en Madrid, si hubiera más tiempo para disfrutar del café... yo soy muy fan, conversaciones interesantes, un lugar que pide a gritos aún en silencio que se arregle el mundo y sobre todo un tiempo compartido que se detiene o debes pensar así para no mirar el reloj y saber lo que tienes que hacer y lo que se tarda en llegar para hacerlo. Muy buena entrada, pero sabes que me debes un post :)
ResponderEliminarGracias por mirarme con los buenos ojos con los que me miras y me lees. Sabes que en Costa Rica hay muy buen café?? El nuevo guionista te tiene preparado capitulos muy interesantes y sobre todo buenas conversaciones. Te debo el post pero me debes un poquito de inspiración para hacerlo antes de que cruces en charco. Besote!
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