¿Nieva y están en Roma?
Corran hacia el Panteón y hagan lo que hace cualquier romano informado: entren
y miren al techo, al agujero de la cúpula. Los copos entran en el templo y
quedan suspendidos girando en el aire. Sólo eso. Tal vez tengan ocasión de
contemplar un espectáculo más sublime, pero dudo que sea en esta vida.
Enric González
Si aún no has visto la película de
Paolo Sorrentino La gran Belleza hazlo
un día de éstos. Uno de esos días en los que te sientas inspirado. Si además aún
no has viajado a Roma, no podrás resistir el deseo de ponerte a buscar vuelos
para escaparte pronto. Eso sí, a cambio de que te reciba la misma luz
tostada de los atardeceres que se refleja en la peli y las noches traigan las
mismas veladas en la terraza del protagonista, con vistas al Coliseo.
Yo viajé hace ya algunos años un
verano con un gran amigo. Allí, Paolo y Bárbara nos enseñaban Roma cuando
salían del trabajo al caer la tarde montados en sus motorinos, y ese recuerdo aún me asalta algunos de esos días en los
que te sientes justo en el otro extremo opuesto de sensaciones, ya sabes; en la
oficina hasta tarde o pegada a perfectos desconocidos por las mañanas en el
metro.
Esos tórridos días de verano en Roma y
esos atardeceres creo que no los olvidaré jamás.
En Madrid, voy haciendo una colección
de algunos de esos momentos que tengo la impresión de que ya no se irán jamás,
por memorables. Y a algunos de ellos les pongo un marco dorado alrededor y
los coloco en rincones de mi mente escogidos con cuidado. Me acusan a veces mis
amigos de Valencia de que sea tan fan de Madrid y haya renegado de mis raíces.
Pero no es así, lo que ocurre es yo tengo amor de sobra para las dos ciudades.
Como casi todos, muchas veces fantaseo
con la idea de dejar de ir a trabajar. Cada mañana dejaría pasar las horas
debajo del edredón envuelta en el calor de la noche. Me levantaría tarde,
desayunaría leyendo el periódico con el sol en lo alto, como en los anuncios,
bajaría a comprar al mercado y luego caminaría por aquí y por allá. La
inspiración no me pillaría trabajando, me pillaría bailando, en algún
espectáculo o muy probablemente en algún bar.
En La
gran belleza, el protagonista es un escritor y un bon vivant de sesenta y cinco años. Yo también conocí hace un año o
así a otro escritor vividor. Señoras y señoritas, conocí al autor de Manual de un buen vividor. Al Guardián.
Y aunque sospecho que este blog sólo
lo leen un puñado de amigas y, como mucho, el vecino del quinto, si se entera
una gran parte de las féminas del país con edades comprendidas entre los veinte
y los cincuenta probablemente me quieran matar en plena calle, rojas de envidia.
Como muchas de las historias molonas
que te pasan, siempre las acabas valorando más cuando acaban o cuando nunca han
ocurrido. Cuando cogen el sabor de la perspectiva y el retrogusto de la memoria
que las adorna y las intensifica a nuestra conveniencia y antojo. Por si
alguien aún no se han enterado Mr. Guardián es el autor de uno de los blogs más
leídos de este país. Él escribe sobre música, películas, libros, viajes y cuenta
historias de diversas mujeres. Y no sabes cómo, sus textos consiguen tocarte el
corazón.
Ocurrió en Segovia. Allí estábamos, como
otras veces, dispuestos a convivir con unos sesenta compañeros de nuestra
organización. Cinco amigos y yo, listos para ejercer de profes de
nuevo.
Esa mañana hacíamos prácticas por
grupos de presentaciones eficaces y les pedimos a los asistentes que contaran
algo mientras les grabábamos en vídeo. Cuando le tocó su turno, nos deleitó
hablándonos de los gin tonics que
sirven en Madrid. Hacía hincapié en que se nos había ido un poco el tema de las
manos y a veces parecía que en vez de una copa, estabas bebiendo un florero o una pecera con
especies tropicales.
Entonces, yo le di feedback sobre cómo
había hecho la presentación; que si se había movido un poco, que si tienes que
hacer más “mirada de faro”. Y entre tanto, digo yo, que él debía estar pensando
en algo del estilo: ¿mirada de faro? dices
mientras clavas en mi pupila tu pupila azul (Lo digo porque esta gente piensa
siempre en términos poéticos). Eso sí, por cómo se expresaba, en algún momento
pensé que ese chico debía de leer mucho.
-¿Por
qué has elegido este tema? – le pregunté delante del resto de compañeros.
-Porque
es de lo que hablo en mi último post y lo tenía fácil.- dijo él.
-¿Tienes
un blog?- pregunté yo. ¿Cómo se llama?
-Manual
de un buen vividor.
-Ah.
Y como yo a veces parece que soy la
última que me entero de todo, pues en ese momento ni me sonaba, pero ese algo
especial en su forma de transmitir, me llevó a consultar su blog y a descubrir
al Guardián, a Holden Caulfield y a convertirme en otra seguidora incondicional
del famoso blog.
En uno de los descansos del curso le
dije: Oye, ¡la verdad es que escribes fenomenal! Y el pobre chico debió pensar
que vamos, que con 19´3 K de followers en
twitter y con ni se sabe, de visitas diarias, que algo ya debía haber
sospechado.
Así transcurrió la semana plácidamente
en Segovia. En los ratos libres, pasé el tiempo leyendo las antiguas entradas y
aunque todas me gustaban, en algunas concretas encontré eso que es complicado
expresar pero que nos conmueve profundamente. Eso que se nos agarra por dentro,
que nos muerde como un pit bull en el
estómago y que ya no nos suelta. Ese bocado, o a veces zarpazo, que al
principio te deja sin respiración e incluso llega a doler. Es eso que he
sentido a veces ante la visión de un paisaje estremecedor o ante la presencia de
determinadas personas que brillan entre un millón. Ésas que no sabes por qué,
poseen legerezza cósmica (Leggerezza cosmica quel micro sforzo che
solo certe persone devono fare, per risultare istantaneamente eccezionali).
Y el jueves por la noche, en el
epílogo de aquella semana de convivencia, tras la cena de despedida con el
consabido cochinillo, estaba yo esperando mi copa en la barra del bar y se
acercó el Guardián a pedir. Charlamos un rato sobre la semana en Segovia y por
supuesto le dije que me había encantado su blog (seguía sin tener ni idea de
que era archiconocido). También le dije que algún día me gustaría tener a mí
uno, aunque no le llegara ni a la suela de los zapatos.
Y como siempre me pasa, cuando estoy
con alguien a quien admiro por alguna circunstancia, hago y digo chorradas. Y
en vez aprovechar para preguntarle en quien se inspiraba, quienes eran sus
referentes literarios, quienes sus musas, por qué mantenía el misterio de su
identidad o tantas cosas al respecto que me hubiera gustado preguntarle después,
de repente ocurrió algo que cortó en seco la conversación…. Comenzó a sonar la
canción más hortera del mundo; el gangnam
style. Raquel y yo, para reírnos durante la semana, habíamos estado
practicando el baile después de clase y había sido una odisea aprendernos la
maldita coreografía, especialmente en el momento caderita…. eeeehhh sexy ladyyyy.. Así que le miré fijamente
y le dije al borde del colapso:
-Perdona,
¡tengo que ir a bailar esto con Raquel!
Me giré y me fui de allí corriendo y
sin mirar atrás, imagino que dejando al Guardián, al gentleman, al elegante y misterioso escritor, echándose las manos a
la cabeza y puede que incluso cayéndose hacia atrás, como en los dibujos
animados, al tomar conciencia de la garrula con la que había estado hablando
hacía unos segundos.
Después de aquella historia, el
trabajo me llevó otra vez a Segovia por otros motivos y la casualidad hizo que
volviéramos a coincidir de nuevo allí. Esa vez me encargaron organizar algo
especial para cerrar una convención y no sé cómo me las ingenié para que me
permitieran montar un concierto un viernes por la mañana con los grandísimos The Tutsies, llegados desde Barcelona
para la ocasión.
Aquel viernes, en aquella sala
plenaria llena hasta los topes con directores, socios y consultores, mientras
Luis daba una charla acerca del deporte de la vela y de los paralelismos con el
mundo empresarial, Dani agarró su guitarra y Luis bordó esta canción, con interpretación
incluida (haciendo uso de una escoba, a falta de aspirador, ya que es lo único
que encontré por aquel hotel).
I want to break free |
Yo creo que algunos de los altos directivos
allí presentes, aún a día de hoy deben estar viendo si salen de su asombro. Ésta
es otra de esas experiencias a la que también le he puesto un marquito.
A los pocos meses, cambié de trabajo y
al poco tiempo, me enteré de que el Guardián también había dejado el suyo, y parece
ser que en la actualidad dedica su tiempo a escribir, a lo que tan
bien se le da.
Lo encontrarás por supuesto en su
blog, también en su columna de la edición impresa de la revista ELLE y en algunas colaboraciones en la
revista cultural Jot Down. Estoy
convencida de que pronto estará también en alguna estantería de las librerías
principales de Madrid.
En sus páginas, además de buenas
recomendaciones culturales y de muchas historias, encontrarán eso que a muchos
nos mantiene enganchados, aquello que no sabes describir y lo más parecido que lo
define es la gran belleza.
Por mi parte, si algún día me lo cruzo
por las calles de Madrid, creo que debería disculparme por haberme vuelta loca
cuando sonó el gangnam style.
No soy ni tu vecino del quinto ni unas de tus amigas, soy un antiguo "alumno" que recibió una curso-charla muy productiva en Palma del Rio y quería felicitarte porque me parece muy interesante tu blog. Mucho animo que algún dia tendras tantas visitas como el guardian.
ResponderEliminarUn saludo de un follower
Hola Víctor! qué ilusión tu comentario! Mira que curioso: Tras volver de Palma del Río y haber escuchado la charla de vuestro compañero Ignacio Oficialdegui y sus expediciones a la Antártida, empecé este blog. De hecho, el primer post va dedicado a esa historia que nos contó.
ResponderEliminarGracias por tus comentarios, de verdad. Yo aquel día me quedé afónica y fue un autentico desastre, pero fue bonito.
Un fuerte abrazo!!
la verdad es que me gusta bastante tu blog, y ni soy amiga, ni vecina... jajjajajaja
ResponderEliminarsi no te lo pregunto, reviento, ¿que edad tiene? ¿Es tan guapo y elegante como te imaginas al leerlo?
Hola! gracias por tus palabras, qué ilusión me hacen! Cómo te llamas?
EliminarVerás, yo creo que parte del encanto del guardián es el misterio de su identidad y quien soy yo para desvelar edad o apariencia?? ;)
Un tío estupendo, eso sí!
Un abrazo!!
Jeje una anécdota muy graciosa y genialmente contada, enhorabuena!
ResponderEliminarGracias Soldadito!! ayyyyyy... qué desastre de historia!! y qué ilusión que me leas con lo abandonado que tengo el blog... desde que no vivo en madrid la inspiración ha dejado de venir a visitarme.. qué hago Doctor??? Enhorabuena por tus post, son muy buenos :)
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