Puro teatro
“Contigo y con el teatro
me pasó como a Romeo, lo arriesgué todo, me jugué la vida. Con el teatro gané
mil vidas, contigo perdí una: la mía. Pero gracias al teatro resucito cada
noche...
Con el teatro y contigo
me pasó como a Romeo, fue todo una mentira, una farsa verdadera. Pero hay una
diferencia; con el teatro sigo, porque para mí el teatro es puro amor y lo tuyo
es… puro teatro”
El intérprete. Asier Etxendia |
Era
un sábado de finales de julio y caminar por la ciudad a mitad mañana era una
proeza comparable a hacer el París Dakar en triciclo o cruzar a nado el canal
de la Mancha.
El
asfalto se derretía al andar y el aire en la cara, era como si alguien hubiera
puesto en marcha un secador de 5.000 W encima de la ciudad. Como pudimos,
pasamos el día en remojo en una de ésas piscinas comunitarias, que son como auténticos
oasis urbanos en Madrid.
Y
lentamente fue llegando la tarde y el sol nos concedió una tregua. La tarde dio
paso al suave atardecer y poco a poco fuimos recuperando fuerzas. Al esconderse
el sol nos sentimos cargados de energía, nos pusimos guapos y nos lanzamos a la
calle.
Donde
hacía unas horas parecía que no había atisbo de vida humana, fueron brotando
terrazas por toda la calle Argumosa
de Lavapiés y por medio Madrid.
Sentía
ese escalofrío que tengo siempre que voy al Teatro Circo Price, porque sé que algo emocionante va a pasar, algo
que me dejará un retrogusto fabuloso durante varios días.
Y
así fue. Presenciar El intérprete, de Asier Etxendia
fue un festival de colores para eso que llaman “emociones estéticas”. Qué
grande está el tío narrando su vida a través de las canciones que escuchaba
desde su cuarto cuando era pequeño: allí sonaban discos que ponían sus padres
de Chabela Vargas o Lucho Gatica y
los que ponía él de David Bowie o los
Rolling Stones, y el tío bestia las interpreta con su voz rasgada atreviéndose
con todo.
No
teníamos ni idea, pero fuimos a verlo el día grande de Asier. Allí estaban sus
coleguitas de profesión como: Penélope Cruz, Javier Barden, Alaska, Hugo Silva,
Aitana Sánchez Gijón o Pedro Almodóvar, y a todos los hizo levantarse de la
silla y bailar la coreografía de Tú te me
dejas querer.
Uno de los momentos más sublimes para mí, fue cuando interpreta
Puro teatro, de La Lupe, y en mitad de
la canción dejan de sonar los instrumentos, para de cantar y comienza a recitar
el párrafo con el que iniciaba este post. Lo hace con profundo desgarro, señalando
con el dedo hacia algo invisible. Lo hace transmitiendo el mismo sufrimiento en
su voz que utiliza al contar como, siendo aún un niño, deseaba tomar algo, una
pastilla, un antiamorol, un
medicamento contra el mal amor. Esa noche y otras muchas, subido a un escenario,
Asier se abre en canal y exorciza a los fantasmas del pasado: aquel colegio de
jesuitas, la soledad en su cuarto, aquella relación que fue puro teatro y aquel
chico que le destrozó el corazón.
Este
tramo me recordó a que una vez yo también salí con un gran actor. Estando en la universidad tuve una especie de novio. Y lo suyo… fue puro
teatro.
¿Qué
hice cuando fui consciente de estar viviendo ese primer gran desengaño? Poner
tierra de por medio, desaparecer del mapa, hacerme la interesante, irme a
Londres a trabajar de camarera (todo un clásico, muy extendido hoy en día). Con
la excusa de estudiar inglés, que era importantísimo para mi futuro
profesional, me fui a la capital de Reunido Unido, a orillas del Támesis. El gran
motivo era alejarme de todos los rincones y calles que me iban a recordar a ese
actor cutre de culebrón, huir de tener que encontrármelo en cada esquina.
Y
en un rincón oscuro de las motivaciones más profundas, dentro de aquel drama postadolescente
que estaba viviendo, anhelaba que pensara un poco en mí y que me echara de
menos. Y así que se fastidiara. Como al principio de la película Hable con ella, cuando Rosario Flores interpreta
a una torera que decide enfrentarse una tarde a seis toros y desde el burladero
dos hombres la observan y uno de ellos dice: “Haría cualquier cosa con tal de llamar
su atención. Se dejaría matar con tal de que él la estuviera mirando” y justo
en ese momento, el toro la embiste antes de fundirse en negro la escena (…)
Tiempo
después pensé que a lo mejor cuando se tienen veinte años recién cumplidos y se
es un poco pava, como yo, sentimos fascinación por aquellos que no nos tratan
regular.
Y
bueno, yo quería aprender inglés, eso era verdad, sobre todo para entender al
fin, lo que decían algunas de mis canciones favoritas.
Después
de aquel capítulo de mi vida, igual que Rosa Montero en La loca de la casa, cuenta el paso del tiempo a través de los libros
que va escribiendo y los novios que iba teniendo, yo categoricé a los chicos que iba conociendo y que eran
susceptibles de aporrear las puertas de mi interés, en azules y rojos. Porque: “¡no le des más vueltas! La verdad es azul
y la mentira es roja!”
Love will tear us apart (Joy Division)
¡Señoras
y señores, bienvenidos al gran espectáculo! El teatro de la Navidad es
inminente y se cuela inexorablemente en nuestras vidas un año más. Lo habrán
notado porque el cd de villancicos suena en los supermercados, si vives en
Madrid, lo más seguro es que tus amigos y familiares te hayan encargado un
décimo de Doña Manolita y, a estas alturas, seguro que al menos ya has tenido
un par de cenas de amigo invisible.
Vuelven
los papa noeles haciendo “balconing”, las señoras que se despiden de ti con un:
“Bueno, recuerdos a la familia y feliceeeessss…”, y los árboles de navidad en
tu móvil construidos con emoticonos. Y pronto volveremos a ver a los
entrañables niños de San Idelfonso, que desde que canten en euros los premios
de la lotería, han perdido parte del encanto. Se trata de otra función, sí,
pero mucho más amable.
En
fin, que llega la Navidad otra vez y tengo una felicitación navideña para ti:
Escena favorita de Love Actually |
Y
aunque me dé un poquito de pereza todo el “tinglao”, este año van a ser
especiales para mi hermana, para mi mejor amigo Juanjo y para grandes amigas, que
se estrenan como padres. Para otros amigos que fueron más avanzados en esto de la
paternidad, ya deben ser las terceras o cuartas navidades con sus retoños y
puede que aún sea más molón hacer cosas que hemos hecho todos de pequeños, como
ir a la cabalgata, montar el belén o acompañar en el insomnio infantil, fruto
de la emoción la noche de reyes, después de haber dejado tres copitas de
champán y un poco de turrón en el salón. Supongo que eso justifica todo el
teatro que se monta alrededor.
Yo
me dispongo, como cada año que acaba, a crear mi lista, parecida a la que hace
la ancianita de la peli de dibujos Up,
de “Cosas que voy a hacer”. A ver si este año al final, hago alguna de las
cosas que apunto y no me quedo como siempre sólo en el mundo de la palabras.
Una
de las cosas que ya he apuntado me lo vino a recordar el otro día una persona
especial; Tuve el inmenso placer de escuchar la experiencia de María Belón, superviviente
del tsunami en Asia. Dijo cosas de ésas que me hacen recordar que a veces las palabras “sanan”. Salí de allí
con el corazón enorme. Ojalá le hubiera podido expresar lo que disfruté, pero
salimos pitando porque llegábamos tarde a la cena navideña de empresa.
Me
quedo con una de las cosas que le pidió a su hijo Lucas cuando ella estaba mal
herida en su camilla en aquel hospital tailandés: “Haz algo por la gente,
ayuda, se te da bien”.
Antes
de ponerme muy intensa, voy acabando… y no se me ocurre una canción más
navideña para echar el cierre que All I
want for Christmas is you, pero en versión Nancys Rubias que es más
divertida, aunque mucho más desafinada.
Bones
festes!
No hay comentarios:
Publicar un comentario